CUENTO CORTO Y REAL
Era mujer de costumbres muy avanzadas para su época. Vivía
en un barrio residencial con su marido e hijos. Fumaba puros, algo insólito. Tenía
un lenguaje chispeante y tabernario nada frecuente entonces en una señora
burguesa.
Entre sus fijaciones estaban las vecinas remilgadas que iban
a la iglesia, de las que no se cortaba en valorar, riendo a carcajadas, con un dicho
muy suyo:
-
¡Puta temprana, beata tardana!
Pasaron los años, enviudó, tuvo nietos, y… se hizo asidua de
la parroquia. Nadie le recordó su refrán. Quizás ni ella misma.
Jajaja, de que me suena
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